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martes, 13 de diciembre de 2011

Cerda, Ebria, Vagabunda

Bien, como os dije, aquí traigo mi redacción de lengua castellana. Es un poco curiosa, quizás mi imaginación haya volado demasiado, pero soy así.
Os dije también que me inspiré en una compañera de clase y prometo contar la historia completa pronto, pero de momento, aquí tenéis mi redacción. Espero que os guste.


El sol bañaba la habitación en esa mañana de principios de diciembre.
La chica desenredó las sabanas y, aún con cara somnolienta, se dirigió al espejo. Entonces tuvo lugar una curiosa transformación: Sus dedos finos dieron paso a enormes pezuñas, su nariz respingona se moldeó hasta convertirse en un espectacular morro. Su piel morena cambió a un tono rosado y una graciosa cola rizada apareció sin más.
Sintió la extraña necesidad de apoyar sus pezuñas en el suelo.
Efectivamente, se había transformado en cerdo.
Buscó mentalmente un motivo para aquel suceso, pero no encontró ningún hecho racional que pudiera justificarlo.
Simplemente había sido el objetivo de alguien o de algo que quería reír un poco antes de Navidad.
Quiso llamar para buscar ayuda, pero sus patas no le dejaban marcar bien los números.
Puesto que no quería que su familia la viera así, convertida en jamón, decidió partir.
Buscó insistentemente un empleo, pero los humanos parecían tener abundantes prejuicios contra los cerdos trabajadores y no encontró ninguno decente.
Ahogó sus penas en alcohol en un bar cercano.
Su vida desde entonces, se basó en una imperfección notable. Terminó siendo dependiente de la bebida y se arruinó. Encontró cobijo en un puente de la ciudad.
Pero entonces se presentó la solución en forma de conejo alegre y vivaracho con prominentes orejas y de color rosa pálido.
El conejo se acercó y le mostró con decisión su tarjeta de visita.
Al parecer, el conejo era un transformador, su trabajo consistia en hacer cambiar el cuerpo de las personas para que se esforzaran en buscar solución a sus propios problemas, ya que la tecnologia se había integrado tanto a la sociedad que sin ella no sabían como resolver nada.
Era curioso como el destino la había manipulado pero siguió al conejo hasta un hueco cerca de la puerta del bar.
No había sido capaz de resolver sus problemas, había gastado dinero en cervezas y vagabundeaba por las calles, pero el conejo se compadeció de ella y la ayudó a volver a su vida anterior.

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