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sábado, 12 de noviembre de 2011

El Ratoncito Colorao CAP.8

EL RATONCITO COLORAO CAP. 8
ISABEL

El suelo frío congelaba sus pensamientos hasta dejarlos de piedra. La humedad del cementerio ya comenzaba a causarle molestias. Estaba rodeada de una niebla tan espesa que le costaba respirar bien. La tensión era palpable.
Ella seguía allí, tumbada en el suelo junto a un gran agujero donde pondrían alguna tumba próximamente, en frente de unos extraños que ni siquiera veía bien.  La miraban con ojos retadores y su mirada la atravesó por completo.
Quería levantarse, enfrontarse a esos locos que la habían secuestrado en el puerto y encerrarse en casa hasta que volviera Arturo, solo entonces se sentiría segura.
Pero le dolían los músculos, las piernas le fallaban y temía que si se levantaba volviera a caer.
Un fuerte martilleo se instaló en su cabeza, interrumpiendo sus pensamientos. Isabel se llevó las manos a las sienes intentando calmar el dolor.
Se sentía desfallecer.
Se quedaron un tiempo en la oscuridad de aquella noche sin luna hasta que una mano atravesó la niebla yla cogió del cuello.
Estrechaba su garganta con tal fuerza que Isabella no podía respirar, emitió sonidos extraños, por falta de aire e hizo ademán de levantarse y atacarlos pero ellos sabían que no podría ni ponerse de pie.
La levantó del suelo por el cuello, Isabel ahogó un grito que no pudo ser emitido. Quizás por el miedo que sentía, o por la sensación de asfixia que recorría su cuerpo, llenándolo de una angustia irrefrenable.
El borracho dejó de hacer tanta fuerza y le dio unos segundos para respirar a la chica.
Ella tenía la respiración acelerada, igual que el corazón.
Después, el otro chico avanzó unos pasos hacía ellos y le hizo un signo con la cabeza al estrangulador.
Isabel se palpó el cuello, notaba todavía un dolor insoportable.
El chico que le había provocado ese dolor se alejó y el otro, el de ojos verdes, se acercó a Isabel.
Ella yacía en el suelo, de nuevo al lado del agujero.
De cerca podía fijarse mejor en aquel muchacho. Sus ojos no eran del todo verdes, tenía matices marrones y azules. Su sonrisa parecía perfecta, no estaba para nada desfavorecida por los efectos de la bebida. El pelo le daba un aire juvenil, no tenía pinta de asesino.
Ni tampoco de borracho.
Cuando habló lo hizo con una voz grave y profunda y su aliento no desprendía ningún rastro de cerveza.
Sin duda, el no había bebido.
¿Pero entonces porqué hacía eso?
La empujó y la hizo caer al agujero.
El golpe le provocó una fuerte sensación de estar perdida.
Entonces, el borracho (el que si había bebido) cogió una pala y la llenó de arena, la cual depositó en el agujero.
Isabel intentó salir de allí, pero cayó de nuevo. Logró mantenerse en pie unos instantes justo cuando la pala de aquel chico le daba en la cabeza y ella se desmayaba.
Mientras se disponían a enterrarla viva.

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