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lunes, 31 de octubre de 2011

El Ratoncito Colorao CAP.6

El Ratoncito Colorao CAP.6
(Isabel-Arturo)
ESPECIAL DE HALLOWEEN!
(Isabel)

Dirigida por esos chicos recorrió la ciudad en silencio, acompañada de la oscuridad de una medianoche tétrica.
Aquellos extraños daban pasos largos, indecisos y en zig-zag.
El miedo la paralizaba, no podía actuar en esas condiciones, con una navaja rozando su cuello, amenazante.
Se adentraron en un callejón estrecho y aislado. A Isabel le daba la sensación de que no sabían por donde iban, ni adonde la llevaban.
Quizás eran los efectos de la bebida, y en cuanto se disipasen la liberarían arrepentidos.
Este pensamiento la calmó, quizás era una locura instantánea fruto de una noche demasiado vivaz.
Pero su mente adoptó de nuevo una posición de alerta cuando se enteró de adonde se dirigían.
El cementerio de la ciudad estaba a las afueras, la valla para entrar estaba desgastada por el tiempo. Era de hierro pero estaba oxidada. Las plantas trepadoras crecían a su alrededor.
El césped estaba mal cuidado, llevaba años sin cortarse, pero siempre estaba húmedo debido a el ambiente.
Además, las lápidas también eran antiguas y en algunas no se leía la inscripción.

Isabel tenía un moratón en el ojo por culpa de la brutalidad de aquellos chicos y la herida del labio no había cicatrizado todavía. En cambio, los dos jóvenes parecían frescos como rosas.
La luna no era llena, al contrario que en todas las películas o novelas de terror. Era luna nueva.

Isabel pensó que sería mejor que fuera la primera opción, pues sin luna no había ni una pizca de luz, y había chocado ya contra seis tumbas, lo cual deja de asustar allá por la tumba número tres con la que chocas.
La empujaron fuertemente haciéndola caer sobre el suelo mojado, al lado de un agujero enorme sin tapar.

(Arturo)

Las olas rompían contra el barco demasiado fuerte. La tormenta había dañado la vela, así que Mary la tuvo que coser refugiada en su camarote. No la necesitaban todavía, el viento los llevaba en su propia dirección.
El capitán chillaba dando ordenes, pero era inútil, los rayos apagaban su voz hasta hacerla inaudible.
Era una lluvia torrencial, los marineros estaban calados hasta los huesos, esperando con ansias la hora de cenar.
La cubierta crujía con cada paso del capitán.
- ¡ATENCIÓN!- chillaba, parecía que fuera a romperse las cuerdas vocales
Y pese a tanto esfuerzo vocal, nadie lo oía.
Era frustrante.
Hasta que vio a Kennel pasar por su lado, lo agarró del brazo y le dijo algo al oído.
- Kennel, los tripulantes no me oyen, así que esto es imposible. Diles a todos que los espero en la gran sala.
Kennel tardó unos segundos en comprender sus palabras.
- ¡YA!- chilló el capitán
El grumete corrió por la cubierta, topó con diversas personas y les fue diciendo a cada una de ellas las ordenes de su superior.
Se abría paso de manera increíble entre toda aquella gente, sus músculos eran de gran ayuda. Podía apartarlos con solo un pequeño empujón.
El capitán caminó con parsimonia hasta la sala.
Cuándo llegó no había nadie todavía, pero fueron llegando poco a poco y dejando sus ocupaciones para más tarde.
- Esta tormenta es demasiado peligrosa, corremos mucho riesgo.- dijo
Una luz iluminó la habitación, era un rayo impresionante.
Seguido de un gran estruendo.
Un marinero entró precipitadamente, dando un portazo.
- Capitán, un rayo a incendiado la cubierta!
Salieron de la sala para revisar daños, el fuego parecía imposible de controlar.
El barco se quemaría irremediablemente.

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